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Sin electricidad no somos nada!

Jajajajjaja xD
Sin la electricidad simplemente no somos nada! :P

Gente maravillosa!

Imagínense que cuando pasó la caida de WathsApp
Conocí gente única y maravillosa
que sinceramente no sabían que existían
y lo impresionante es que esas personas
viven en mi casa y dicen
ser mi FAMILIA....

La vida es demasiado corta!

La vida es demasiado corta
para estar serio todo el tiempo.
Si no puedes reírte de ti mismo...
llámame, yo me reiré de tí

A la espera de la oscuridad.

Ese instante que no se olvida,
Tan vacío devuelto por las sombras,
Tan vacío rechazado por los relojes,
Ese pobre instante adoptado por mi ternura,
Desnudo desnudo de sangre de alas,
Sin ojos para recordar angustias de antaño,
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,
Ponle tus cabellos escarchados por el fuego;
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies,
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro.
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,
Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca,
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.

Cuando alguien más vive tu vida.

Estaba en una habitación a oscuras.

En la habitación no había nada, salvo yo.

Grité, enloquecí, volví a gritar, y finalmente recuperé la cordura.

En la habitación no había nada; o casi nada, salvo yo y una pequeña abertura en la pared.

A través de esa abertura lo vi TODO.

Pasé días enteros encorvado, en cuclillas, mirando, dejando que el afuera llenara mi ojo.

Vi niños jugando, parejas formulando absurdas promesas, vi el sol, la luna, las estrellas, un perro enamorado de un árbol, vi rostros; muchos rostros: jóvenes y ancianos, tersos y demacrados; vi automóviles y el cortejo fúnebre de las hadas.

En la habitación no había nada; o casi nada, salvo yo, una pequeña abertura en la pared y una puerta.

Padecí horribles tormentos. El ojo (siempre el mismo) comenzó a deteriorarse, pero el afuera era tan cautivador, tan excitante, que me obligué a seguir mirando aún cuando las lágrimas lo empañaban todo.

La puerta estaba cerrada. Lo sé. Siempre lo supe. Las puertas siempre están cerradas.

En la habitación no había nada; o casi nada, salvo yo, una pequeña abertura en la pared, una puerta y una llave.

Loco de alegría, introduje la llave en la cerradura. La puerta se abrió. Cuando tienes la llave, todas las puertas se abren. La luz me cegó. Me detuve sobre el umbral y cerré la puerta, acaso melancólica. Respiré. Me reí del sol, de la luna, de las estrellas. Escupí al perro. Oriné en el árbol. Me burlé de los rostros, muchos rostros: jóvenes y ancianos, tersos y demacrados. Le arrojé piedras a los automóviles y no creí ni por un instante en la existencia de las hadas.

El ojo me dolía espantosamente. El mundo, en mi ojo, era insoportable.

Avancé unos pasos. Luego retrocedí. Di media vuelva y me incliné. Calcé mi ojo ya derretido en la abertura de la pared.

En la habitación no había nada, salvo un ojo que me devuelve la mirada.

Orgullo de Juventud.

Aún siendo niño, de aquel dolor que damos
A los muertos poco en su corazón pudo encontrar,
Sin necesidad de pensamiento, hacia su mente clara
Ellos retornan a morir, y él a su vida:
Aún cuando las alas de un nuevo amor,
A lo largo de sus plumas de torbellino,
Sonríen al recibir el viento de la aurora,
Sin disfrutes futuros, echa una mirada atrás,
Donde la noche sacude aquel viejo amor fugitivo.

Hay un cambio en la memoria de cada hora,
Vemos la última prímula de los campos
Cuando las primeras amapolas brotan al romper el día.
¡Dolor por el cambio de las horas!
¡Dolor por todos los amores
Que de su mano cayeron
Por el orgullo de su juventud,
Como las cuentas de un rosario dicho!

Escenas nocturnas de otros tiempos.

Los vientos salvajes braman sobre mi cabeza,
Y la luz pálida de la víspera se desarma;
¿Dónde encontraré un refugio amistoso
Para ocultarme de la noche?

A mi alrededor yace un vasto desierto,
Ninguna habitación cerca;
Oscuro e impenetrable es el páramo,
Y llena la mente de miedos extraños.

Tu, árbol distante, cuya cima solitaria
Se ha doblado ante innumerables tormentas,
Ya no decepcionarás mi esperanza
Al tomar la silueta de mi amante;

Pues nubes salvajes rodan sobre mi cabeza
Negras como tu orgullo maldito.
¡Cuán profundo gruñe la furiosa tempestad
En los flancos de la montaña!

A salvo descansa el ciervo en las alturas
En su guarida hueca,
El miedo no perturba sus sueños,
Allí donde el cazador no se atreve.

Bajo el helecho duerme el pájaro,
Sobre el sueño retorcido de las víboras;
De vuelta en su roca el ave nocturna se arrastra,
Olvidando su llanto habitual.

Pues la cólera de los espiritus de la noche
Cabalgan sobre el aire atribulado;
Y a sus cubiles, en huida salvaje,
Las bestias ingnotas se precipitan.

¿Pero dónde descansas tú, amor mío?
¿Qué refugio cubre tu cuerpo?
O será que esta gélida ráfaga invernal
Sólo azota sobre mi.

Entonces, sobre el páramo desolado, lenta y triste,
Una silueta apareció;
¿Será mi amante, que con su forma
Vuelve infantiles todos mis miedos?

La silueta se acercó, pausada y melancólica,
No era el paso ágil de mi amante,
De sus mejillas huía la juventud;
Y las sonrisas de bienvenida se diluyeron.

Espectral y horroroso a la vista,
Sus rasgos duros se revelaron;
Siniestra se tornó su altura,
Y sus ropas eran sangrientas.

"¡Calma tus temores, oh, Margaret!
Todo el dolor es ahora algo vano:
Pues ya nunca retornará Eduardo
De su pacífico y eterno descanso."

"En lo profundo debajo del montículo
Yace su cabeza; y sólo emergerá
Cuando atrone la llamada terrible
Que convocará a todos los muertos."

Margaret ya no sintió bramar la salvaje tormenta,
Ella inclinó su adorable cabeza;
Y sobre la ráfaga gélida enviada por su amante,
Su espíritu apacible lo siguió.

Algún día nos amamos.

"Entre la espesura de bayas y las islas de juncos, como a través de un mundo que sólo fuera cielo, oh firmamento invertido, la barca de nuestro amor se deslizaba. Brillantes como el día eran tus ojos, radiante fluía la corriente y era radiante el vasto y eterno cielo.

Cuando murió la gloria en el dorado crepúsculo, resplandeciente ascendió la luna, y llenos de flores al hogar regresamos. Radiantes fueron tus ojos esa noche, habíamos vivido, oh amor...Oh amor mío, habíamos amado.

Ahora el hielo envuelve nuestro río, con su blancura cubre la nieve nuestra isla, y junto a la lumbre invernal Joan y Darby dormitan y sueñan. Sin embargo, en el sueño, fluye el río y la barca del amor aún se desliza.

Escucha el sonido del remo al cortar sus aguas. Y en las tardes de invierno cuando la fantasía sueña en el crepitar de la chimenea, en sus oídos de viejos enamorados el río de su amor canta en los juncos.

Oh amor mío, ama el pasado...
pues algún día fuimos felices...
y algún día nos amamos. "

El último día.

Tarde o temprano, en alguna fecha futura,
(Un secreto terrible en el Libro del Destino)
Esta hora será sólo en el arcón de la sabiduría,
Cuando diez mil cosechas se hayan elevado;
Cuando las escenas cambien en esta Tierra que gira,
Los viejos imperios caerán, dando a luz a otros;
Mientras otros Borbones reinan en otras tierras
Y (si el pecado del hombre no lo prohíbe) otras Anas;
Mientras todavía el cansado mundo transita
Los mismos senderos que otros han caminado,
Irreflexivos, como los que ahora corren por sus laberintos
De polvo disuelto, o de un sol extinguido;
(¡Vosotros, mundos sublunares, despertad, despertad!
¡Vosotros, reyes de las naciones, escuchad y temblad!)
Espesas nubes de oscuridad surgirán un día;
Una noche repentina dominará el reposo del planeta,
Vientos impetuosos desgarrarán los bosques;
Las montañas eternas, como sus cedros, cederán,
El valle escuchará los rugidos del océano
Rompiendo las cadenas de sus costas;
Una mancha de sangre crecerá en la luna de plata,
Las sombras invadirán el círculo del sol;
De la intimidad del cielo rodarán los truenos incesantes,
Y su eco profundo atronará en los polos.

Cuando deba Dormir.

Oh, En la hora en la que deba dormir,
Lo haré sin identidad,
Y ya no me importará cómo cae la lluvia,
O si la nieve cubre mis pies.
El cielo no promete salvajes deseos,
Podrán cumplirse, acaso la mitad.
El infierno y sus amenazas,
Con sus inextinguibles brasas
Jamás someterá esta voluntad.

Por lo tanto digo, repitiendo lo mismo,
Todavía, y hasta que muera lo diré:
Tres Dioses dentro de este pequeño marco
Guerrean día y noche.
El Cielo no los mantendrá a todos, sin embargo
Ellos se aferran a mí;
Y míos serán hasta que el olvido
Cubra el resto de mi ser.

Oh, cuando el Tiempo busque mi pecho para soñar,
Todas las batallas concluirán!
Pues llegará el día en el que deba reposar,
Y este sufrimiento ya no me atormentará.

Por los viejos tiempos.

¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y nunca recordarlos?
¿Deberían ser olvidados los viejos amigos
y los viejos tiempos?

Por los viejos tiempos, amigo,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Los dos hemos corrido por las laderas
y arrancado las bellas margaritas,
pero hemos errado mucho con los pies doloridos
desde los viejos tiempos.

Por los viejos tiempos, amigo,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Los dos hemos vadeado la corriente
desde el mediodía hasta la cena,
pero amplios mares han rugido entre nosotros
desde los viejos tiempos.

Por los viejos tiempos, amigo,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Y he aquí una mano, mi fiel amigo,
y danos una de tus manos,
y ¡echemos un cordial trago de cerveza
por los viejos tiempos!

Por los viejos tiempos, amigo mío,
por los viejos tiempos:
tomaremos una copa de camaradería
por los viejos tiempos.

Y seguro que tú pagarás tu trago.
Y seguro que yo pagaré el mío...
Y, aun así... ¡echaremos ese trago de camaradería
por los viejos tiempos!

Acuérdate de mi.

Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,
brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.

La Casa Fantasma.

Habito, lo sé, en una solitaria casa
Que hace muchos veranos desapareció,
Salvo las paredes del sótano ningún rastro dejó,
Muros donde se abate la luz del día,
Donde las fresas salvajes se arrastran.

Sobre las vallas arruinadas las vides la ocultan
Del bosque, volviendo al campo fértil;
Pues el árbol del huerto ha cultivado un bosque
Donde aletea el carpintero y corta su madera;
Sanando para bien el sendero que baja.

Habito con un extraño dolor en el corazón,
En aquella morada desaparecida sin un rumor,
Sobre aquel camino perdido y olvidado,
Que ni siquiera es refugio de lagartos.
Llega la noche, los murciélagos caen con sus dardos;

El ave nocturna llega para silenciar
Los sonidos y la agitación del cielo:
Lo oigo comenzar lejos, muy lejos,
Balbuceando muchas veces su decir,
Antes de que él arribe, sin otra cosa que callar.

Es bajo la pequeña, débil, estrella estival,
Pero nada sé sobre la muda multitud
Que comparte las penumbras junto a mí,
Aquellas sombras bajo el árbol oscuro
Sin duda llevan nombres ocultos en el musgo.

Son gente incansable, pero lentos y tristes,
Aunque dos, los más cercanos, son hombre y mujer,
Ninguno entre ellos se atreve a cantar,
Y a pesar de estar rodeados de soledad,
Como dulces compañeros persisten en este lugar.

El ángel en la casa.

El hombre debe ser complacido, pero complacido
en el placer de la mujer,
Bajando por el golfo de sus necesidades

Ella pone su mejor esfuerzo, ella se arroja.
¡Y con qué frecuencia se arroja en vano!

Estrecha su corazón en el capricho,
Cada palabra impaciente provoca otra,

No de ella, sino de él,
Mientras ella, suave aún para la réplica,

Espera de él una respuesta amable,
Espera su remordimiento,
Ya con el perdón en sus ojos.

El Secreto.

¿Qué confiesa el viento a los árboles?
¿Qué declara la marea contra el río?
¿Qué significa el suspiro de la brisa que pasa?
¿Por qué la hierba se estremece?
¿No has oído el angustioso canto
De las flores que dicen adiós, adiós?

Escucha como la gris paloma gime su pena
Bajo la bóveda del bosque;
Escucha el balanceo de las hojas que caen,
Escucha el lamento del amante.
¿Es que no entiendes el mensaje
De la marea, la brisa y el ave?

Ven, ven hacia el banco del río,
Ven en la mañana desnuda;
Ven cuando la hierba se baña con el rocío
-Allí encontrarás una advertencia-
Una pista en el beso que flota
Sobre el secreto que las aves y las brisas soportan.

Quién supiera escribir.

I.

Escribidme una carta, señor cura.
-Yá sé para quién es.
-¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
nos visteis juntos? - Pues.

-Perdonad; mas... -No extraño ese tropiezo
La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias; Empiezo:
Mi querido Ramón:

-Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
-Si no queréis... -¡Sí, sí!
-Qué triste estoy! ¿No es eso? - Por supuesto
-¡Qué triste estoy sin tí!

Una congoja, al empezar, me viene...
-¿Cómo sabéis mi mal?...
-Para un viejo, una niña siempre tiene
el pecho de cristal.

¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura.
¿Y contigo? - Un edén.
-Haced la letra clara, señor cura;
que lo entienda eso bien.

-El beso aquel que de marchar a punto
te dí... -¿Cómo sabéis?...
-Cuando se va y se viene y se está junto,
siempre... no os afentéis.

Y si volver tu afecto no procura,
tanto me harás sufrir...
-¿Sufrir y nada mas? No, señor cura,
¡que me voy a morir!

-¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo...
-Pues, sí señor ¡morir!
-Yo no pongo morir. - ¡ Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir!

II.

¡Señor rector, señor rector! en vano
me queréis complacer,
si no encarnan los signos de la mano
todo el sér de mi ser.

Escribidle, por Dios, que el alma mía
ya en mí no quiere estar;
que la pena no me ahoga cada día...
porque puedo llorar.

Que mis labios las rosas de su aliento,
no se saben abrir;
que olvidan de la risa el movimiento
a fuerza de sentir.

Que mis ojos, que el tiene por tan bellos,
cargados con mi afán,
como no tienen quien se mire en ellos,
cerrados siempre están.

Que es, de cuántos tormentos he sufrido,
la ausencia el más atroz;
que es un perpetuo sueño de mi oído
el eco de su voz...

Que siendo por su causa, el alma mía
¡goza tanto en sufrir!...
Dios mío, ¡cuántas cosas le diría
si supiera escribir!...

III.

EPILOGO -Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo;
A don Ramón... En fin,
que es inútil saber para esto -arguyo-
ni el griego ni el latín.

Ojos tranquilos.

Los muchachos regresan de la guerra,
Con ojos tranquilos para cosas tranquilas,
Un niño, una estrella, un cordero y su esquila,
Un pájaro volcando su canto en la tierra.

Hondos rostros jóvenes, profundamente marcados,
Rasgan el suave satén de la memoria;
Y aún oculta, fuera de la historia,
Continúa ocultando el dolor de los condenados.

Como la pesadilla que muere con el sueño,
La pena y un horror intolerable descansan
En los ojos jóvenes que recuerdan y guardan
Su inocencia, una plegaria sin dueño.

Los ojos mundanos son polvorientos y débiles,
Los ojos del pecado están cansados y fríos,
El joven soldado regresa a casa, vacío,
Con la mirada perdida de los ancianos.

La guerra barre del rostro su inocencia.
¡No hay cura para las heridas invisibles!
Y el alma atisba desde su refugio lo posible:
Ilesa, inmaculada, indemne.

El Espejo de la Musa.

Cierto día, temprano, cuando el empeño se adornó con impaciencia,
La Musa siguió la corriente del río,
Hasta un rincón apartado y tranquilo.
Rápida y sonora fluía
La cambiante superficie distorsionada,
Hacia sus figura encantadora que huía,
Entonces la Diosa abandonó la ira.
Sin embargo, el arroyo la llamó burlándose::
¿No verás entonces la verdad en mi claro espejo?
Pero ella corría lejos, cerca del océano;
En su figura el regocijo alababa,
Adornando debidamente su guirnalda.

¿Amigos imaginarios o espíritus reales?

Todos, en mayor o menor grado, tuvimos compañeros imaginarios.

Por ejemplo, jugando al fútbol solos e imaginando que somos parte de un equipo con quien intercambiamos reproches y palabras de aliento. Esos son "compañeros imaginarios"; es decir, productos de la imaginación infantil, cuya función es escenificar las reglas de un juego determinado.

Otra cosa muy distinta son los amigos imaginarios.

No todos los niños tienen amigos imaginarios. De hecho, se requiere de un tipo específico de personalidad introvertida para conformarlos.

Vistos desde afuera, es decir, desde la perspectiva de los adultos, es muy difícil determinar hasta dónde un niño habla y juega con compañeros imaginarios y dónde éstos se convierten en amigos imaginarios.

Esta dificultad incluye a los adultos que hayan tenido amigos imaginarios en la infancia.

Sin embargo, muchos de ellos sostienen que aquellos amigos invisibles no tenían nada de imaginarios, que eran seres reales con quienes entablaban largas conversaciones y juegos; es decir, seres objetivos, aunque invisibles para los demás, con quienes se comunicaban e interactuaban diariamente.

Desde siempre existió la creencia de que los niños se relacionan de forma natural con lo sobrenatural, aunque suene paradójico. La mente infantil es más abierta, y no posee las restricciones típicas que los adultos experimentan acerca de la realidad. Para los niños lo sobrenatural es también una parte de lo natural, y de hecho están acostumbrados a vivir en un mundo donde el peso de la realidad objetiva y los productos de la mente se entrelazan constantemente.

Si bien muchos niños manifiestan signos de poseer capacidades psíquicas extraordinarias la mayoría de las veces son diagnosticadas por los adultos como "productos de la imaginación".

Ciertamente en la mayoría de los casos los amigos imaginarios son exactamente eso, imaginarios; pero en ocasiones quizás podrían tratarse de algo más.

La psicología sostiene que los amigos imaginarios son parte natural y hasta deseable del proceso evolutivo de una imaginación sana. Sin embargo, las cosas pueden tornarse más extrañas: niños que hablan con seres invisibles, que discuten con ellos, que juegan, que lloran, y que incluso llegan a comentar con adultos cosas que jamás podrían haber sabido por sí mismos.

¿Cómo saber si se trata de un amigo imaginario o algo más?

En principio, la imaginación de los niños no es estable ni continua. Fluctúa con el tiempo. Si a un niño que tiene un amigo imaginario le pedimos una descripción difícilmente nos dirá lo mismo en dos ocasiones distintas.

Por ejemplo, en una ocasión afirmará que su amigo imaginario es astronauta y, días después, policía. En este sentido es importante personalizar, averiguar el nombre del amigo imaginario y saber que en ambos casos está describiendo al mismo ser.

Por lo tanto, si interrogado dos o más veces el niño ofrece una descripción distinta entonces estamos en presencia de un amigo imaginario convencional. Siempre hablará de él como un igual, un par.

En cambio, si cada vez que le preguntamos al niño acerca de su amigo imaginario nos describe exactamente los mismos detalles, como si estuviera hablando de una persona real, entonces podría tratarse de algo más que un producto de su imaginación.

En cualquier caso, la actitud de los adultos jamás debería negar al amigo imaginario. No solo sería absurdo, desde la óptica del niño, ya que lo mismo sería negar la existencia de cualquier persona viva, sino que conseguirá que no confíe en el adulto.

Lo mejor es tomar una postura comprensiva, y sobre todo abierta. De ese modo será el propio niño quien brindará información sobre su amigo imaginario.

No siempre ocurre, pero existen casos en donde el amigo imaginario adopta cualidades asombrosas, como luces, colores y resplandores que lo rodean. Tampoco es extraño que el niño lo describa como "raro". Casi siempre, al ser interrogado en profundidad, puede advertirse que esa "rareza" tiene que ver con sus ropas y su modo de hablar.

No todos los amigos imaginarios son positivos. Algunos, de hecho, parecen hostiles. Para definirlos habría que emplear cualquier otro término en vez de "amigo". Suelen reflejarse en el miedo a la oscuridad y en la insistencia a dormir con la luz encendida. No es inusual que el niño solicite que un adulto vele en su habitación hasta que se duerma.

Sería temerario afirmar que estas señales indican la presencia tanto de un amigo imaginario como de algo más, un espíritu, por ejemplo.

La mayoría de las veces el niño se siente inseguro hablando sobre sus amigos imaginarios. No obstante, la necesidad de expresar sus preocupaciones es más fuerte que su miedo por la falta de comprensión, de modo que buscará caminos alternativos para expresarse.

En este contexto, los dibujos de amigos imaginarios llegar a ser piezas de arte realmente perturbadoras.

El Cuervo.

E.A. Poe.
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
se oyó de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
me llenaba de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como vertiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!

La Noche Invernal De Un Anciano.

Más allá de las puertas, a través de la frío
que barre la ventana formando unas estrellas
dispersas, en la sombra, el mundo observa su cara:
La habitación está vacía. Y duerme.
La lámpara inclinada muy cerca de su rostro
le impide ver el mundo. Ya no recuerda.
La vejez le impide recordar en qué tiempo
llegó hasta estos lugares, y por qué está aquí solo.
Rodeado de barriles se encuentra perdido.
Sus pasos temblorosos hacen retumbar el sótano:
lo asusta con sus pasos trémulos: y asusta
otra vez a la noche (la noche de sonidos
familiares ). Los árboles aúllan allá afuera;
todas las ramas crujen. Tan solo hay una luz
para su rostro, inmóvil, una luz en la noche.
A la Luna confía —en esa Luna rota
que ahora vale más que el sol— el cuidado
de velar por la nieve que yace sobre el techo,
de velar los carámbanos que cuelgan desde el muro.
Sigue durmiendo. Un leño se derrumba en la estufa.
Despierta con el ruido. Sobresaltado se agita.
Es la noche. Respira suavemente.
Un viejo solo no puede llenar toda una casa,
un rincón de los campos, una granja. No puede.
Así un anciano guarda la casa solitaria,
en la noche de invierno. Y está solo. Está solo.

Acuérdate De Mi.

Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,
brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.

Más Allá Del Olvido.


alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor.

La musa enferma.

Mi pobre musa, ¡ay! ¿qué tienes este día?
Llenan tus vacuos ojos las visiones nocturnas,
Y alternándose veo reflejarse en tu tez
La locura y el pánico, taciturnos y helados.

¿El súcubo verdoso y el rosado diablillo
El miedo te han vertido, y el amor, de sus urnas?
¿Con su puño te hundieron las oscuras pesadillas
En el fondo de algún fabuloso Minturno?

Quisiera que, exhalando un saludable aroma,
Tu seno de ideas fuertes se viese frecuentado
Y tu cristiana sangre fluyese en olas rítmicas,

Como los sones múltiples de las sílabas viejas
Donde, reinan por turno Febo, padre del canto,
Y el gran Pan, cuyo imperio se extiende por los campos.

El Amante Habla De La Rosa En Su Corazón.


Todas las cosas feas y rotas, todas las cosas gastadas y viejas,
El llanto de un niño junto al camino, el crujido de una carreta cargada,
Los pasos duros del arador sobre el moho inviernal,
Dañan tu imagen que hace brotar una rosa en el fondo de mi corazón.

El mal de las cosas informes es un mal demasiado grande para ser dicho;
Anhelo crearlas de nuevo y sentarme lejos en una colina verde,
Con la tierra y el cielo y el agua, vueltos a hacer, como un cofre de oro
Para tu imagen en mis sueños, que hace brotar una rosa en el fondo de mi corazón.

El Juego Del Libro Rojo: Una Leyenda Urbana.


Entre algunas leyendas urbanas de reciente manufacturación (la de Slenderman es un ejemplo típico) se encuentra una llamada El juego del libro rojo; una variante moderna de la Bibliomancia, esto es, un método de adivinación a través de los libros.

Antiguamente el adivino tomaba un libro, casi siempre un libro sagrado, como la Biblia; o bien un libro de fuerte sentido simbólico, como La divina comedia o la Odisea; y se lo abría en una página al azar. Acto seguido se leía el primer párrafo, al cual se le atribuía un significado acorde a la pregunta que el oficiante había formulado.

El juego del libro rojo utiliza un sistema prácticamente idéntico. Para jugarlo solo se necesitan seguir cinco reglas.

I) Conseguir un libro de tapa roja.
II) Una vela roja para iluminar el cuarto.
III) La persona debe cerrar los ojos, colocar la mano sobre el libro cerrado y formular la pregunta en voz alta.
IV) Sin abrir los ojos debe elegir al azar una página y un párrafo del libro pasando los dedos sobre él.
V) Finalmente se debe "interpretar" el mensaje.

Hasta aquí, el juego del libro rojo es prácticamente idéntico a cualquier otra gimnasia de la bibliomancia, sin embargo, se han tejido algunas leyendas urbanas bastante extrañas en torno a él. Algunas de ellas han sido consignadas en este informe:

Como Al Despertar De Los Sueños


Las débiles formas flotan a la deriva,
Cuyas risas apenas oídas hacen
Nuestra oscuridad brillante como el día;
En vano nos esforzamos, llorando,
Sobre el rastro luminoso de sus espíritus,
(Donde escaparon mientras dormíamos)
¡Llamando a los que hemos querido!

Como las estrellas, algún poder los divide
De un mundo de ambición y dolor;
Están allí, pero los oculta el diario resplandor,
Y en vano los buscamos.
Por un rato con la tristeza moramos
Sobre la belleza de aquel sueño,

Entonces giramos, y saludamos con alegría
El brillo de la luz matutina.

Cuando el poder de la memoria retuerce
Nuestro corazón solitario en lágrimas,
Formas débiles alrededor nos traen
Aquellos diáfanos días antiguos:
Miradas cariñosas y susurros,
De los que el soñador podría alardear,
Creciendo; hasta que el hechizo sea roto,
¡Olvidarnos que se han ido!

Pero cuando la oscuridad retrocede
Como la noche pesada;
Y la paz es robada de nuestras almas,
Como el alba de un día estival:
Las dulces formas débiles que solían bendecir,
Parecen robarnos también;
Los amamos, pero la dicha del sol
Los ocultó de nuestra vista.

Podría el día resplandecer por siempre,
Y el poder de la Memoria cesar,
Este mundo, un mundo de luz sería,
Y Nuestro corazón un mundo de paz:

Pero los sueños dichosos vuelven con la noche,
Morando sobre el pasado,
Y cada pena que nubla nuestra luz,
Nos recuerda el último.

Amor Enterrado

He venido a enterrar el Amor
Debajo de un árbol,
En el bosque negro y alto,
Donde nadie lo pueda ver.

No pondré flores en su cabeza,
Ni una lápida a sus pies,
Pues esos labios que tanto amaba
Fueron amargos, nada.

No volveré al sepulcro,
Pues el bosque es frío.
Reuniré toda la alegría
Que mis manos puedan abarcar.

Estaré todo el día bajo el sol,
Donde los salvajes vientos soplan,
Pero lloraré por las noches,
Cuando no haya nadie para escuchar.