Mientras
caminaba por la acera de una calle de una ciudad pobre y olvidada de la mano de
Dios buscando un regalo para una mujer que quiero mucho, crucé por un pequeño
mercado de collares y baratijas comerciales, en el cual una mujer de muy
avanzada edad que apenas podía ponerse en pie sentada al inicio de la calle me
sujeto el brazo, y con una voz muy suave